Mar para Bolivia |
BOLIVIA RECLAMA LA DEVOLUCION DE SU LITORAL |
Jorge Edgar Zambrana Jiménez
Ingeniero Civil y analista de Historia
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La Corte Internacional de
Justicia de La Haya se ha declarado competente en el juicio
instaurado por Bolivia contra Chile por el incumplimiento en
devolver nuestro acceso soberano al mar, al haberse Chile sentado en
una mesa con Bolivia, en diversas oportunidades desde 1895 hasta
2012, y haberse comprometido oficial y legalmente a solucionar la
deuda pendiente que tiene, cual es eliminar el nefasto
enclaustramiento marítimo a que nos tiene sometidos. |
Sin contar con ningún título legal de
propiedad sobre ese litoral ajeno, por un mero acto de gobierno, Chile se
adjudicó la pertenencia de aquella zona, al aprobar una ley mediante una medida
de hacienda sancionada el año 1842 por su Ejecutivo y aprobada por su Congreso,
declarando por sí y ante sí que el nuevo límite norte de su país era el puerto
boliviano de Mejillones (23°06’ de latitud). Ante el respectivo reclamo
boliviano, la astuta diplomacia chilena logró que, vergonzosamente, los
gobiernos de Melgarejo y Frias regalaran, escandalosa y falazmente a Chile, 183
kilómetros de costa, mediante los fraudulentos tratados de 1866 y 1874 que
fijaron el nuevo límite en el paralelo 24°, obsequiando sin ningún motivo a
Chile un grado y medio geográficos entre dicho paralelo y el río Salado.
En el “libro del mar”, en los
documentales de Diremar, y en las publicaciones del periódico La Razón, están
denunciando que Chile invadió litoral boliviano en 1879 y se quedó con 400
kilómetros lineales de costa de su territorio. Ello es erróneo, ya que entre el
paralelo 24° y la desembocadura del río Loa sólo hay 297 kilómetros que era la
longitud costera del Departamento del Litoral de Bolivia que constaba con cuatro
puertos, en el momento de la alevosa y salvaje invasión militar promovida por la
oligarquía chilena, en connivencia con el imperialismo inglés, que ha
significado nuestro encierro. El mundo no olvida que el 14 de febrero de 1879
dos blindados y una corbeta chilenos invadieron el puerto boliviano de
Antofagasta, desembarcaron soldados y días después toda la marina chilena tomó
por la fuerza asaltando el restante territorio marítimo boliviano, irrumpiendo
en nuestro suelo con un ejército pertrechado con financiamiento y ayuda de
Inglaterra, portando los mejores fusiles, ametralladoras y cañones de esa época,
en buques blindados, los más perfectos de su clase, nunca construidos hasta
entonces en el mundo, salidos de los astilleros ingleses para la marina chilena.
El
pueblo boliviano sería inmerecedor de existir si abdicase de su derecho a la
reivindicación marítima. Hoy, Bolivia, por la agresión chilena, está
enclaustrada sin un puerto propio que le permita la libre comunicación con los
mares del mundo. No podrá mantenerse indefinidamente con su soberanía
restringida, y con la condena de una lamentable inferioridad económica y social,
por ser ello incompatible con su condición de país libre.
Empero, llegará la alborada en que desde las
playas del Océano Pacífico Sur vaya a todos los mares el rumor gozoso del pueblo
boliviano que va a recuperar sus puertos soberanos, después de vivir
injustamente enclaustrado.
El dominio actual que Chile ejerce sobre el litoral ocupado, es un dominio de
fuerza, impuesto sin respeto al derecho. Es un despojo que se ha originado
después de firmado el fraudulento tratado de 1904, el cual equipara los derechos
legítimos de propiedad boliviana con el dominio ilegal chileno sobre un
territorio ocupado durante la invasión y la guerra.
La invasión de 1879, la ocupación de 1884 y el despojo de 1904 son los
antecedentes de fuerza militar, no de derecho, con los que Chile ha despojado y
detenta hoy el Departamento del Litoral, entre el paralelo 24° y la
desembocadura del río Loa.
El tratado de 1904 debe terminar como un instrumento de dominio colonizador, y
Bolivia debe acabar con ese fraude. Chile insiste en su intangibilidad con
amenazas militares. Esa es la naturaleza de la “paz” del tratado en que se
hallan actualmente las relaciones de vecindad.
Pedir a Chile cumplimiento del “tratado de paz”
y la mejora del “libre tránsito”, es como pedir soga para ahorcarse. Bolivia
debe reclamar lo que es suyo propio, a pesar del dominio “absoluto y perpetuo”
que Chile le impone con un despojo armado. No existe hoy la intangibilidad de
los Tratados en el derecho internacional público; tampoco la eternidad del
despojo impuesto por un país sobre otro.
Chile ha obtenido nuestra riqueza mediante el despojo y la ley filibustera de
que la agresión y la victoria da derechos, y los bolivianos seguimos embaucados
con la fraseología de la confianza mutua y esperando la limosna de la “cualidad
marítima” que el soberbio agresor tenga a bien concedernos en una negociación
por un corredor inservible sin puerto al norte de Arica.
Vergüenza debería dar a diplomáticos, militares y excancilleres, quienes quieren
trocar mar a como dé lugar por recursos naturales o por mayores enajenaciones
territoriales, satisfaciendo con más regalos la eterna codicia del usurpador de
siempre.
El gobierno boliviano debería impugnar la política de la Corte de La Haya y del
Pacto de Bogotá, impuesta por las grandes potencias a su conveniencia, donde
impiden que la Corte de Justicia pueda revisar tratados internacionales
impuestos a la fuerza, como el de 1904, lo cual va en contra de los derechos del
pueblo de Bolivia. Sabemos que el cambio de una situación de esta naturaleza,
por la vía ética o jurídica, es sumamente difícil. No obstante, las embajadas
bolivianas deben publicar por todos los medios la escandalosa usurpación de
1879, y Bolivia debe proceder a buscar aliados en su justa demanda, ya que
cualquier negociación con Chile siempre será un fracaso, porque debemos darnos
cuenta que el trato bilateral nunca ha encontrado ni la más remota intención de
reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto invasor.
Al respecto, el pasado 20 de Septiembre 2015,
el descarado ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz,
enfatizó que
“Tarde o temprano Bolivia tendrá que convencerse de que no podrá obligarnos a
cederle territorio”. “Bolivia no podrá celebrar nada porque no tendrá un
centímetro de territorio nacional de acceso soberano al mar”. Muñoz añadió que
“lo que el gobierno boliviano le ha prometido a su gente es que conseguirán
acceso soberano al mar”. El canciller aseguró que “la demanda boliviana, al
buscar que Chile sea obligado a darle una salida soberana por nuestro
territorio, lo que realmente persigue es modificar los límites pactados en el
Tratado de 1904. Es decir, simple y llanamente Bolivia pretende que Chile le
transfiera territorio soberano, lo cual rechazamos”. En esa línea y consultado
por la campaña mediática que realizó Morales indicando que el papa
Francisco apoyaba la causa, Muñoz sostuvo que “las palabras del Papa, fueron
expresiones propias de un pastor, ajenas al caso en La Haya”. “Debemos estar
tranquilos, porque el argumento nuestro es que el tratado limítrofe está
plenamente vigente y Chile ha cumplido con el mismo”. “Ellos van a seguir, con o
sin fallo de La Haya, en una actitud muy de descalificación hacia Chile, de
mucha mentira y tratando de buscar algo que por la vía bilateral no van a
conseguir nunca, que es tener un acceso soberano al mar”, concluyó la autoridad.
Los bolivianos, de lo que tenemos que convencernos es de que los alcances de un
fallo de la Corte de La Haya, para una obligación a negociar, seguramente no
serán bien establecidos, y menos esa negociación será necesariamente favorable a
la parte demandante.
El puerto de Arica funciona casi exclusivamente para Bolivia y no puede
prescindir de esta relación. Desde luego, el próximo fallo de la Corte de La
Haya debería tomar en cuenta esa situación e influir en el clima para una
negociación de fondo sobre el derecho marítimo de nuestro país.
La solución salomónica seguramente incluirá a las tres naciones, Bolivia, Chile
y Perú. Ello significará romper el viejo prejuicio chileno de mantener un
carácter estrictamente bilateral de la negociación, sin mediadores. La Corte
deberia promover, que paralelamente a la negociación chileno – boliviana, se
lleve a cabo un acercamiento chileno – peruano, para que ambos firmantes del
tratado de 1929 y su protocolo complementario se pongan de acuerdo en solucionar
el enclaustramiento que ellos mismos han consolidado al haber excluido a Bolivia
en dicho tratado; en este sentido, la solución sería entregar la propiedad y
soberanía del puerto de Arica a Bolivia, en vista de que Chile no está de
acuerdo en partir en dos su actual territorio para devolver por lo menos uno de
los cuatro puertos usurpados.
No se justifica ni se justificará nunca la actual abusiva ocupación militar
chilena de nuestro Litoral. Es un hecho irrefutable que el enclaustramiento de
Bolivia, producto de la usurpación chilena, es uno de los factores críticos de
nuestro atraso y pone freno a la integración sudamericana. Chile, que era el
país más pobre de Sudamérica, ha progresado y superado a la economía boliviana
por un factor de diez (10), gracias al robo de nuestro Departamento del Litoral,
dentro del cual se halla la fabulosa mina de cobre de Chuquicamata.
Bolivia no acepta, ni lo hará jamás, la condición mediterránea como definitiva.
No podemos seguir viviendo bajo la tutela marítima chilena, pidiendo venia y
perjudicados con el falso libre tránsito. Desde que en 1879 Chile consumara el
encierro de Bolivia, despojándola de su litoral, esa zona sigue dependiendo de
Bolivia para su vida económica. En los 139 años que dura ya nuestro
enclaustramiento, el norte chileno progresa cómodamente beneficiándose con las
utilidades que percibe producto de las actividades económicas de importaciones y
exportaciones de Bolivia. Chile es el contralor de la economía boliviana por sus
constantes interferencias al libre tránsito y a través de sus arbitrarias
elevaciones progresivas de las tarifas portuarias. Asimismo, la diplomacia
chilena continúa con sus actitudes altaneras y desdeñosas, sin dejar alentar en
Bolivia alguna esperanza de solución a su terrible mediterraneidad forzada, a
pesar del llamado fraterno que les ha hecho el presidente de Bolivia.